Estamos ya inmersos en las fechas Navideñas y considero que es de justicia centrar mi atención esta vez, sobre unas personas sin las cuales sería imposible entender estos días y celebraciones, tal y como muchas familias lo hacemos.

Se trata de las abuelas y los abuelos, amonas y aitonas que, durante todo el año y con especial magnetismo en estas fechas, actúan como imán y nexo de unión con toda la familia. Nunca me cansaré de ponderar, agradecer y destacar el papel que juegan, no solo en el seno de cada familia, sino en el conjunto de nuestra sociedad. Ellos y ellas son la mejor ONG, buscando soluciones a cada problema de los hijos/as, bien sean económicos, laborales, asistenciales en el cuidado de los nietos, etcétera.

Y hablando de la Navidad, nada produce más satisfacción a una abuela que reunir en torno a su mesa a tres generaciones de seres queridos.

 

El placer de recibir a toda su descendencia bajo su techo, la recompensa a las abuelas el gran esfuerzo que supone organizar y coordinar unas celebraciones que satisfagan a todos y cada uno por igual. Con ese objetivo, cada Navidad, son legión las abuelas y abuelos que dan un ejemplo de abnegación y generosidad, que muy pocos se atreverán a seguir en su ausencia.

En momentos de dificultades económicas y laborales como los que estamos padeciendo, estas fechas navideñas, lejos de ser una excusa para realizar un exceso de gastos que no nos podemos permitir, deben servirnos para que todas y todos encontremos en la familia, el bálsamo, la alegría y las fuerzas para afrontar el próximo año. Hoy en día, una familia unida y llena de amor es un lujo difícil de conseguir y, por encima de contratiempos, este “tesoro” no lo podemos perder.

Y no olvidemos que, el mejor regalo para nuestras hijas e hijos, es NUESTRO TIEMPO. Ellos el día de mañana no nos recordarán por los regalos que les dimos, pero sí por el amor y el tiempo que compartimos con ellos.

Que disfrutéis todas y todos unas entrañables fiestas, eso sí, en FAMILIA.

Hasta el próximo año…