Juventud, divino tesoro…

Dentro del tumulto de noticias que se están sucediendo estos días hay tres que han pasado casi de refilón y que, por los paralelismos que tienen entre sí, merecen una reflexión conjunta. Todas ellas están referidas a nuestros jóvenes y muestran tanto el estado de ánimo de estos, como el poso o fondo que albergan muchas de ellas y ellos.

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La primera de estas noticias, basada en un estudio realizado recientemente, señalaba que los jóvenes no quieren cuidar a sus padres y madres. Según éste, tan sólo un 18% de los menores de 30 años estarían dispuestos a cuidar directamente de ellos. Se trata de una llamativa cifra, que nos lleva directamente a preguntarnos, ¿qué estamos haciendo mal para que un 82% de los jóvenes prefieran no cuidar de sus progenitores?

este hecho depende de los valores que cada joven haya adquirido en el seno de su hogar

Y aquí no podemos mirar fuera, ni culpar a la sociedad actual, ni a influencias externas, porque este hecho depende de los valores que cada joven haya adquirido en el seno de su hogar. Valores como la generosidad, la solidaridad o la justicia… y a la par que todos ellos… el cariño, el amor o afecto hacia quienes han hecho todo lo posible por ellos. Una vez más se corrobora hasta qué punto es imposible valorar cuánto hacen las madres y padres por los hijos/as. Y es que, como señala el dicho oriental, “gobierna tu casa y sabrás cuánto cuesta la leña y el arroz; cría a tus hijos, y sabrás cuánto debes a tus padres”. Una de las grandes ventajas u oportunidades que nos da el tener hijos/as, es el poder descubrir y llegar a valorar cuánto hicieron nuestras madres y padres por sacarnos adelante.

Y es que este estudio adquiere tintes más llamativos si lo confrontamos con otro publicado la semana pasada, que nos decía que el 70% de los menores de 30 años viven con sus padres. Así, nos encontramos con que, empujados en gran parte por la crisis económica y laboral, gran parte de nuestros jóvenes se encuentran viviendo con sus padres, que a su vez estarán pasando en muchos casos severas dificultades para mantenerlos. Por tanto, es difícil de digerir que la mayoría de éstos no estén dispuestos a devolver, ni siquiera hipotéticamente, la generosidad o abnegación recibidas…

Pero la tercera noticia no se queda a la zaga y culmina las dos anteriores. En ella se nos informaba que casi la mitad de los jóvenes vascos no piensan tener hijos. Sí, casi la mitad; triplicándose así la cifra de los que decían no querer tener descendencia, hace 10 años. Es indudable que, si la situación laboral y económica cambian y mejoran en unos años, este porcentaje de futuras no madres y no padres descenderá, ¿pero hasta qué punto?

En una sociedad donde las y los jóvenes no quieren cuidar a sus progenitores, cuando les toque, y que a su vez no quieren tener descendencia… se confirma que algo no marcha del todo bien

Detrás de cada una de estas noticias o encuestas habrá casos concretos y siempre que se generaliza se tiende a caer en el error, por lo que no se pueden juzgar estas decisiones de los jóvenes de forma arbitraria. Es incuestionable que el reto que tienen por delante y el panorama laboral que están padeciendo hacen que se tiña de negro cualquier encuesta que se les realice hoy en día. Muchos jóvenes caminan entre la incertidumbre y la indignación, entre el esfuerzo y la desesperanza, abocándose a un estado de ánimo de apatía y rencor hacia el presente, el pasado y el futuro.

En cualquier caso, en una sociedad donde las y los jóvenes no quieren cuidar a sus progenitores, cuando les toque, y que a su vez no quieren tener descendencia… se confirma que algo no marcha del todo bien. Buena parte de responsabilidad la tiene nuestro Estado, en su actual ruinosa configuración, que no está pudiendo acoger laboralmente a casi una generación entera. Pero sobre el cúmulo de despropósitos que aglutinan nuestros gobernantes y políticos, ya están corriendo ríos de tinta estos días y prefiero no dedicarles este corto espacio, pese al daño irreparable que están infringiendo a millones de familias.

Debemos mirar de puertas adentro en nuestros hogares y ver si hemos realizado bien nuestra labor como educadores

Prefiero centrarme en el papel que aquí hemos jugado cada madre y padre en la formación de nuestros hijos/as. Debemos mirar de puertas adentro en nuestros hogares y ver si hemos realizado bien nuestra labor como educadores. Esa generosidad, solidaridad, capacidad de esfuerzo o sacrificio que demandamos a los jóvenes, alguien se la debería haber inculcado… Tendríamos que mirar si hemos dedicado los mismos esfuerzos y recursos a su formación académica, hasta el punto de ser la generación con mayor porcentaje de titulados medios y superiores, que a su formación humana. Ahora se les presentan graves dificultades para salir adelante por sí mismos y hay que ver si hasta la fecha les hemos evitado las dificultades en su vida o si les hemos enseñado a superarlas. 

“sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas”

Como escribió Hodding Carter “sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas”. En cuanto a lo primero, es mucho lo que tenemos que hacer las madres y padres para transmitirles auténticos valores y darles no sólo raíces, sino un sentido a la vida. Respecto a las alas, podemos darles todo el apoyo y libertad necesarios, pero son las administraciones y gobernantes los que deben dejar de poner plomo en ellas, para que esta generación logre volar todo lo que le permita su inagotable potencial.

 

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