Mezquindad destructiva e inútil

Ayer lunes comprobamos en las calles de Bilbao hasta qué punto puede llegar la la mezquindad del ser humano. Pudimos sufrir en primera persona el poder devastador de un grupo de profesionales del desorden público y la destrucción o lo que algunos llaman “los antisistema”.

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Con su actitud, no solo destrozaron lunas de escaparates, mobiliario urbano y coches, sino que también reventaron la propia manifestación en la que se infiltraron. Está claro que no les importaba lo más mínimo la reivindicación de la misma, como queda patente cada vez que actúan. Y es que, una vez más han aprovechado una movilización contra un foro económico, para sembrar el caos, el desorden y la destrucción, de forma premeditada y orquestada.

entre los participantes no se invitó a ningún agente social para que trasladara las necesidades y realidad de las familias y los ciudadanos de a pie

Esta vez nos ha tocado a Bilbao, pero anteriormente ya dejaron sentir su forma de actuar por la mayoría de capitales europeas y occidentales, siempre suplantando a los legítimos convocantes de las manifestaciones, que levantaban su voz contra los poderes públicos y económicos.

En esta ocasión son también muchas las voces que han querido elevar sus propuestas o quejas al foro económico y más teniendo en cuenta que entre los participantes no se invitó a ningún agente social para que trasladara las necesidades y realidad de las familias y los ciudadanos de a pie. Alguien encargado de hablar de los requerimientos de las familias desahuciadas y de aquellas que ya han traspasado el umbral de la pobreza, alguien que pusiera voz a los millones de jóvenes sin empleo…

hay que reclamarles que se anteponga el valor de la persona y sus derechos a los intereses económicos o políticos

Es difícil valorar la eficacia social de las medidas que se toman en este tipo de foros económicos, pero sí hay que reclamarles que, en todas ellas, se anteponga el valor de la persona y sus derechos a los intereses económicos o políticos. Que tengan muy presente que detrás de cada una de las propuestas y decisiones que toman hay millones de ciudadanos y familias, viviendo en muchos casos auténticos dramas económicos.

La pena es que, una vez más, por culpa de un grupo de descerebrados, estas legítimas peticiones han quedado ocultas bajo un montón de escombros y cristales.

 

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