Hemos conocido esta semana una nueva cifra o porcentaje que, no por conocido o esperado, deja de llamar la atención. Nos dicen que en lo que va de año ha crecido un 21% el número de españoles que han abandonado el país, respecto al 2011. Realmente, y dada la situación actual, a nadie nos extraña, pero sí nos apena, y más teniendo en cuenta los motivos por los que muchos ciudadanos, fundamentalmente jóvenes, dan el paso de emigrar.
¿Cuántas son las chicas y chicos que, con sus titulaciones debajo del brazo y después de dos o tres años de búsqueda infructuosa de trabajo aquí, han tenido que hacer las maletas? Por no hablar de las madres o padres de familia que han tenido que tomar esta, en muchos casos, dolorosa decisión… y emigrar en busca de los recursos que aquí se les niegan…
A diferencia de la emigración de hace unas décadas, sí puede llegar a ser un problema por varios motivos. Estamos hablando de exportar o hacer emigrar a jóvenes altamente cualificados, formados aquí y que van a desarrollar todo su potencial en empresas de otros países. Si nuestros mejores jóvenes no encuentran aquí oportunidades, seguro que las hallan allí donde las cosas vayan mejor. Además, todo apunta a que mientras no mejore no sólo nuestra economía, sino nuestra productividad, nuestro espíritu empresarial y las condiciones para innovar e invertir, no volverán.
Son miles ya los jóvenes que están formándose, trabajando o investigando en las mejores empresas y universidades de Europa y el mundo y que no encuentran el más mínimo atisbo para poder regresar.
Todo ello se viene a sumar a que aquí no es que nos sobren precisamente los jóvenes. El envejecimiento de nuestra población es patente, el sistema de pensiones está en la cuerda floja y como sigan emigrando los más jóvenes a otros nos tocará trabajar hasta los 75 años… Pero parece que a algunos les alivia que aumente la emigración y más aún si es extranjera, porque así disminuye el número de parados o dependientes… pero habrá que saber si podremos cerrar el grifo o detener la fuga de cerebros o jóvenes. Como me decía el otro día una sobrina, al final nos tendremos que ir todos los jóvenes y lo único que habrá que hacer es decir al último que se vaya que apague la luz…
Hasta el martes que viene.
Hemos conocido esta semana una nueva cifra o porcentaje que, no por conocido o esperado, deja de llamar la atención. Nos dicen que en lo que va de año ha crecido un 21% el número de españoles que han abandonado el país, respecto al 2011. Realmente, y dada la situación actual, a nadie nos extraña, pero sí nos apena, y más teniendo en cuenta los motivos por los que muchos ciudadanos, fundamentalmente jóvenes, dan el paso de emigrar.
¿Cuántas son las chicas y chicos que, con sus titulaciones debajo del brazo y después de dos o tres años de búsqueda infructuosa de trabajo aquí, han tenido que hacer las maletas? Por no hablar de las madres o padres de familia que han tenido que tomar esta, en muchos casos, dolorosa decisión… y emigrar en busca de los recursos que aquí se les niegan…
A diferencia de la emigración de hace unas décadas, sí puede llegar a ser un problema por varios motivos. Estamos hablando de exportar o hacer emigrar a jóvenes altamente cualificados, formados aquí y que van a desarrollar todo su potencial en empresas de otros países. Si nuestros mejores jóvenes no encuentran aquí oportunidades, seguro que las hallan allí donde las cosas vayan mejor. Además, todo apunta a que mientras no mejore no sólo nuestra economía, sino nuestra productividad, nuestro espíritu empresarial y las condiciones para innovar e invertir, no volverán. Son miles ya los jóvenes que están formándose, trabajando o investigando en las mejores empresas y universidades de Europa y el mundo y que no encuentran el más mínimo atisbo para poder regresar.
Todo ello se viene a sumar a que aquí no es que nos sobren precisamente los jóvenes. El envejecimiento de nuestra población es patente, el sistema de pensiones está en la cuerda floja y como sigan emigrando los más jóvenes a otros nos tocará trabajar hasta los 75 años… Pero parece que a algunos les alivia que aumente la emigración y más aún si es extranjera, porque así disminuye el número de parados o dependientes… pero habrá que saber si podremos cerrar el grifo o detener la fuga de cerebros o jóvenes. Como me decía el otro día una sobrina, al final nos tendremos que ir todos los jóvenes y lo único que habrá que hacer es decir al último que se vaya que apague la luz…
Hasta el martes que viene.