Hoy es 15M. Sí, pero no voy a centrarme en que es el primer aniversario de las concentraciones de los indignados, ya que de ello se ha hablado largo y profuso durante estos días…

Y es que el 15M, el 15 de mayo, es una fecha igualmente señalada desde hace 19 años, en la que celebramos el Día Internacional de la Familia. En 1993 así lo instituyó la Asamblea General de las Naciones Unidas, siendo orientado fundamentalmente a mejorar la capacidad de las naciones para entender y buscar soluciones a los problemas que las familias estén sufriendo, creando políticas efectivas de protección.

Sí, buscar soluciones para las familias y establecer políticas que las protejan. Parece que suena a broma estos días, con el chorreo de medidas que se están aprobando y que parece que hacen de todo menos defender los derechos de las familias. Subidas de impuestos continuas, recortes de derechos, empobrecimientos de servicios… y todo para ver que quizá no haya luz al final del túnel. Quizá muchas de estas medidas sean necesarias para que no se hunda el barco del todo, pero lo insultantemente injusto del asunto es que nos encontremos así por la mala gestión llevada hasta ahora en tantísimas instituciones, administraciones y organismos públicos por nuestros gobernantes.

Y es precisamente a la familia, y allí por donde pisa, donde deberían besar nuestros gobernantes, ya que es gracias a la fuerza que esta institución tiene en nuestra sociedad, por lo que no nos hemos terminado de hundir. La institución familiar es la auténtica Consejería o Ministerio de Asuntos Sociales, la verdadera protectora de los casi 6 millones de parados, de toda una generación de jóvenes sin capacidad de independizarse o labrarse un futuro, de las personas dependientes sin ayudas públicas y de tantas mujeres y hombres sin capacidad ya de afrontar lo que nos está sobreviniendo.

¿Qué sería realmente de nosotras y nosotros sin la generosidad entre generaciones que se está dando en nuestro país?

En miles de hogares es imprescindible que abuelos/as, hijos/as y nietos/as aúnen recursos y esfuerzos para salir adelante, no permitiéndose que ninguno de sus miembros sufra en solitario o desamparado la injusticia del paro o la falta de manutención.

En un día como hoy, todos los políticos y gobernantes deberían decir, con más fuerza que nunca, gracias, MUCHAS GRACIAS A LA FAMILIA.

Hasta el martes que viene.